DE DERROTAS Y SUICIDIOS

19 mayo, 2015 at 8:30 am

Me he entretenido demasiado en el tema de los posts precedentes. Mientras iban apareciendo unos tras otro en numerosos países se ha celebrado el final de las hostilidades en la segunda guerra mundial en el teatro europeo. En este año se cumple el LXX aniversario. Las revistas de historia han hecho su agosto. Han aparecido numerosos libros de análisis o de recuerdos y en España se ha rememorado, aunque no por todos, el drama de los prisioneros republicanos en Mauthausen. Está muy bien porque a los setenta años de los hechos ya no quedan demasiados supervivientes que actuaron en ellos. Tampoco quedan muchos de las predeterminadas víctimas que pudieron sustraerse a la succión de los campos de concentración o de exterminio.

Hitler dead He seguido con particular atención la commemoración del LXX aniversario en el Reino Unido. Han mezclado lo sobrio, lo sentimental, lo solemne y lo lúdico. Un servicio religioso en la abadía de Westminster, un desfile de veteranos en Whitehall y un concierto nostálgico en un céntrico parque de Londres. Los resultados de la campaña electoral han cohabitado con los artículos de prensa. Alguno me ha impresionado profundamente y me ha recordado lo que en mis años mozos leí sobre la capitulación republicana en marzo de 1939.

Dos relatos me dejaron una huella profunda cuando hacía mis primeros pinitos escribiendo historia. Uno de ellos procedió de un conocido periodista anarcosindicalista, Eduardo de Guzmán, cuyo nombre quizá ya no diga nada a las nuevas generaciones. Otro vino de la pluma de un gran escritor a quien no se ha otorgado, en mi opinión, la relevancia que merece, Max Aub.

Guzmán recordó la atmósfera que reinaba en los muelles del puerto de Alicante esperando unos barcos en los que huir y que jamás llegaron. Allí dos militares republicanos cometieron públicamente un suicidio muy sonado (última protesta contra el fascismo) apretando el gatillo de sus respectivas pistolas simultáneamente contra la sien del otro. Max Aub describió cómo una joven valenciana pegó un tiro a su amante, a quien había ocultado durante buena parte de la guerra, en el momento mismo del orgasmo.

No sé si cabe afirmar en términos generales que la ficción supera la realidad, como dice alguno de nuestros críticos literarios, o si es mas bien al revés. The Times londinense publicó el 9 de mayo una noticia estremecedora. Contenía las declaraciones de un testigo, hoy de ochenta años de edad, que en una ciudad de Pomerania de unos 15.000 habitantes contempló un suicidio colectivo, no se sabe si para escapar al destino cuando llegaran al lugar los ejércitos soviéticos o si se trató de nazis fanatizados que no podían contemplar seguir viviendo en una Alemania que no fuera nacionalsocialista.

Buscando comida en unos almacenes que bordeaban uno de los ríos del lugar, el testigo en cuestión, Manfred Schuster, y un amiguito suyo escucharon gritos desgarrados. Cuando se acercaron a ver lo qué ocurría contemplaron horrorizados cómo una cincuentena de mujeres, algunas con hasta cuatro niñitos, les ataban con cuerdas o sábanas y se inmolaban arrojándose a las frías y rápidas aguas. Algunos lograron desatarse de sus ligaduras y volvieron a la orilla mientras a sus madres y sus hermanitos los arrastraba la corriente. El periodista que recogió este testimonio, David Charter, explicó a sus lectores que la ciudad, de nombre Demmin, estaba encajona por ríos por tres de sus costados y que los militares nazis, en retirada, habían hecho saltar los puentes dejando acorralados a los habitantes. Que se apañen los civiles, debieron de pensar.

Tres soldados soviéticos desarmados y con bandera blanca habían intentado negociar la rendición de la ciudad. No llegaron muy lejos en sus propósitos porque les dejaron secos. Uno de los maestros de escuela de la ciudad, un nazi fanático, que ya había matado a su mujer y sus tres hijos, se volvió loco y disparó contra los rusos antes de suicidarse. No extrañará lo que ocurrió después. Los soviéticos entraron a saco con ansias de destrucción, violación y rapiña.

He echado un vistazo a amazon.de y comprobado que un conocido autor alemán, Florian Huber, ha escrito un libro, que también menciona Charter, titulado «Hijo, prométeme que te pegarás un tiro«. Hay muchos otros que describen los padecimientos de la población alemana a manos de nazis y soviéticos en aquellos días finales de la guerra en Europa. Parece cómo si se hubiera levantado un velo y ahora es posible ver en toda su amplitud la variedad de atrocidades que los nazis cometieron contra su propio pueblo y que continuaron los soviéticos con sus enemigos.

No es algo nuevo, ciertamente. Que las SS habían recibido órdenes de liquidar sumariamente a todos los que no supieran o pudieran aguantar hasta la destrucción total es más que sabido. Al Führer y canciller, en su particular caída de los dioses, que quienes no lo eran también cayesen le importaba un pepino. Que los soldados soviéticos se entregaron al pillaje está más que documentado. Que mamás prefiriesen ahogarse con sus hijos en masa antes que ser violadas es una manera harto extraña de expiar los años de adoración que muchas habían dedicado a su ídolo.

Se han escrito muchos libros, y seguirán escribiéndose en el futuro, tratando de explorar este último fenómeno. Las interpretaciones son numerosas: desde las sicoanalíticas, que hicieron furor en los años siguientes al hundimiento de la Alemania nazi, a las sociales y sicosociales, que han ido logrando una amplia aceptación. Hay también otras más prosaicas, «materialistas» que dirán despectivamente algunos. Sobre estas se ha escrito mucho y alguna de sus obras más representativa se ha traducido al castellano. Quizá por ignorancia no me parece que haya tenido demasiado éxito entre la grey de historiadores españoles, aunque no me atrevo a asegurarlo del todo. Llevo muchos años, quizá demasiados, de introspección historiográfica en la creencia, tal vez ilusoria, de que el pasado español no concuerda demasiado con el de muchos otros países de Europa. Sin embargo, yo vivo fuera de España y con el tiempo que pasa más me confirmo en aquella impresión. Paralelos, hasta cierto punto, sí. Pero de aquí a equiparar la experiencia de guerra civil, derrota, dictadura y «venganza sangrienta» que impusieron los vencedores, por utilizar de nuevo el título del último libro de Francisco Moreno Gómez, con el resto de las experiencias europeas media un abismo.