COSTRAS. ESPAÑA HURGA EN SUS HERIDAS

7 junio, 2022 at 8:30 am

ANGEL VIÑAS

A mi regreso a Bruselas hace quince días me encontré con la obra que da título a este post. Me la había enviado CRITICA. Me interesaba sobremanera saber qué había escrito una periodista polaca, asentada durante algún tiempo en España, Katarzyna Kobylarczyk, sobre la represión en y tras la guerra civil. El tema y la autoría me despertaron una curiosidad irrefrenable.

En lo que se refiere al primero porque, como he escrito y repetido en múltiples ocasiones, el estudio de la represión constituye el capítulo más vibrante de la historiografía española contemporánea. VOX y el PP lo deplorarán, pero no pueden negar la evidencia.  El número de títulos que sobre tal tema ha aparecido en, digamos, los últimos treinta años es simplemente inabarcable, a pesar de que numerosos colegas han intentado hacer obras de síntesis, en España y fuera de España (notablemente en varias ocasiones por el profesor Sir Paul Preston).

En lo que respecta a la autoría porque en dos ensayos sobre bibliografía española y extranjera en torno a la guerra civil, el capítulo de lo escrito por polacos ha tenido una excelente presentación de la pluma de la también historiadora de esta nacionalidad, la Dra. Olga Glondys. Debo señalar que establecida en España.

Polonia es, por otra parte, un país muy interesante no solo por razón de su azarosa historia, que también, sino igualmente por los cambios políticos e ideológicos que ha experimentado en los últimos años. Hoy es un Estado miembro con una postura reticente en el seno de la Unión Europea a causa de las presiones gubernamentales sobre su aparato judicial (que recuerda a ciertas dictaduras “suaves”). Su Gobierno no es demasiado fiable para muchos. Por otro lado, ha demostrado ser un partenaire extremadamente generoso en su acogida a refugiados ucranianos.

Sobre la guerra española la historiografía polaca, a decir de la Dra. Glondys, ha oscilado entre dos paradigmas: el oficial que se había asentado en los tiempos en los que la soberanía polaca estaba recortada durante la guerra fría en su condición de aliada de la URSS, y el rabiosamente anticomunista que ha ido desarrollándose después. En términos generales, no es difícil detectar una aproximación a tesis muy queridas por la derecha española en cuanto a los orígenes, desarrollo y significación de nuestra guerra civil. En ambos casos nunca se es suficientemente anticomunista. Algunos todavía hoy. Con independencia de que Putin sea escasamente equiparable a Stalin y que la Rusia actual no tiene una institucionalidad política, económica y social que la diferencia con toda claridad de la precedente.

A los lectores que quieran profundizar en la historiografía polaca sobre nuestra pasada contienda (hoy se dice que entre hermanos o que todos fueron iguales entonces, cosa evidentemente insulsa) les remito a sendos artículos de Olga Glondys en el número monográfico de la revista de la Universidad de Salamanca, Stvdia Historica. Historia contemporánea, La guerra civil, nº 32, 2014, que me ocupo el honor de dirigir en homenaje al añorado profesor Julio Aróstegui. Está disponible en internet. Igualmente he de aludir al volumen La guerra civil. Una visión bibliográfica, que codirigí con el profesor Juan Andrés Blanco y que cabe adquirir de Marcial Pons Digital, 2017. Puede descargarse por un módico precio (se trata de un volumen de 763 páginas). Fue la recopilación más completa sobre literatura española y extranjera en el siglo XX en el momento de su aparición.

La lectura de COSTRAS. ESPAÑA HURGA EN SUS HERIDAS equivale, por decirlo breve pero acertadamente, a un mazazo emotivo. Está escrito en un lenguaje directo y dinámico, muy bien traducido al castellano, provisto de una elemental -pero escogida- literatura de autores españoles, con algunos pocos títulos en inglés, pero disponibles en nuestro idioma, y un par de obras en polaco no traducidas. La autora pretendió sin duda hacer llegar a su público en Polonia un resumen de los resultados de la investigación española sobre la represión en y tras la guerra civil. Hay otros resúmenes en inglés y, que yo conozca, también en alemán (hasta el momento, que yo sepa, no traducidos). En general tienen un corte académico.

‘Costras. España hurga en sus heridas’, Katarzyna Kobylarczyk (Crítica, 2022)

La aparición en castellano de esta divulgación de alto estilo hace la obra muy recomendable para los lectores españoles, de derechas, de izquierdas, de centro o indiferentes, que quieran en unas pocas horas recorrer las 250 páginas con el fin de labrarse una idea del estado de la cuestión.

Como es lógico, el núcleo se centra en la represión franquista. Fue la más inmediata, la más dura, la más extensa, la más variada y la mejor controlada desde las alturas de los militares sublevados en contra de la República. Sin embargo, hay también un amplio espacio para la represión en el caso republicano. En ambas situaciones con pocos juicios de valor explícitos. Las diferencias se exponen con admirable claridad.

La autora se basa en observaciones y experiencias hechas durante su estancia en España. Desde luego, en conversaciones con los expertos que más se han destacado en la identificación de las víctimas de la represión franquista olvidadas en fosas. A la par con otras entrevistas sostenidas con los descendientes.  No olvida los primeros intentos de abordar la cuestión, emanados de la sociedad civil, efectuados después de la muerte de Franco y cuando los medios universitarios apenas si se movían.

El período central de su atención discurre desde finales del siglo XX y primeros años del XXI tras la exhumación, por Emilio Silva, de la fosa de Priaranza del Bierzo en la que yacían su abuelo y otros desaparecidos: Juan Pérez Merino, Pedro Cancho, Feliciano Ciruelos del Val.

En prosa ultrarrápida, que corta el aliento, el primer capítulo (todos son breves), titulado Matemáticas, hace un recuento de los resultados de la represión estimados en número de huesos. Tras la guerra, el suelo español llegó a acumular, por lo menos, 103 millones. Una contabilidad mínima.

La autora ha hablado con médicos forenses, antropólogos, arqueólogos, historiadores, hijos y nietos de víctimas en un amplio espectro.

Describe, sobre la base de casos identificados, cómo se hacían las sacas, se daban los paseos, se enterraban someramente a quienes pasaron a engrosar la nueva categoría de desaparecidos. Por desgracia, muchos siguen siéndolo todavía. También muestra el desgarro y los miedos de los descendientes, la incuria de las autoridades, los progresos que la sociedad civil fue arrancando a base de lloros y esfuerzos, las inanidades proclamadas por ciertos medios de comunicación. (Probablemente se han intensificado desde que puso en prensa su obra en Polonia).  Identifica a los contactos que fue estableciendo. Es decir, hijos y nietos. En ocasiones ha hablado con alguno de los propios ejecutores, cuando no se opusieron a hablar, pero que tampoco mostraron el menor remordimiento.

No deja de lado a los supervivientes. Es decir, a los encarcelados que lograron sobrevivir a su cautiverio. Los datos que ofrece sobre hacinamientos en las cárceles, fallecimientos por enfermedades contraídas, desnutrición (se le ha pasado que en Córdoba se dieron circunstancias casi peores que en Auschwitz, como ha demostrado Francisco Moreno),  la forma en que  conocidos empresarios se hicieron con mano de obra casi esclava a base de salarios de ganga, etc., son estremecedores.

Katarzyna describe, describe, describe. Cuanto mayor es el horror más cortos son los comentarios. Menciona, eso sí, en varias ocasiones el sublime Catecismo Patriótico Español, del obispo Albino González Menéndez-Reigada. Data de 1939 y, naturalmente, se publicó con la debida autorización eclesiástica. Es muy conocido.  Tras la muerte de Franco se hicieron varias ediciones. Lo he extraviado en mi biblioteca, pero afortunadamente lo he pedido en Amazon.fr. Me prometo volver a él en los próximos meses.

Tan eminente prelado (cuya biografía, ¿por qué será?, en Wikipedia omite todo lo que es relevante para el caso que aquí nos ocupa) identificó a los enemigos de España: liberalismo, democracia, judaísmo, masonería, capitalismo, marxismo y separatismo. Los caracterizó, de cara a la historia, con términos desprovistos de piedad evangélica (por ejemplo, sabandijas ponzoñosas) y puso de relieve el papel fundamental de la masonería, “nodriza de todos los otros”. Este eminente “cruzado” de medio pelo fue también doctor en Derecho y estudió en las Universidades de Salamanca, Madrid, Roma, Berlín y Friburgo. En suma, una lumbrera de la Santa Madre Iglesia Católica Apostólica y Romana de España.

Uno piensa que ya en agosto de 1936 los militares y guardias civiles sublevados, los pistoleros falangistas, las escuadras de acción dirigidas por terratenientes y prohombres locales -todos católicos, todos defensores de la PATRIA en peligro- armados con tales convicciones -y muchas pistolas, fusiles, escopetas y otro material de guerra- no tuvieron demasiada compunción en derramar millares de litros de sangre de los “rojos”. Los exigía la SALVACIÓN de España. Los lectores pueden acudir a las páginas 102 y 103 para hallar más basura vertida por dicho eclesiástico.

Ahora bien, la autora es una periodista concienzuda. También planteó (p. 199) el tema que está desde hace años -en particular en los tiempos del por VOX denominado “gobierno social-comunista”- en los medios periodísticos y redes digitales de la derecha y extrema derecha: ¿Por qué ahora se habla tanto de las víctimas de la represión franquista y no se dice nada de los miles y miles de asesinados por los comunistas y los anarquistas? (sic)

No reproduciré su comentario. Sí aludiré al hecho que, desde la gran victoria contra el comunismo y la masonería de 1939, se elevó y perfeccionó crecientemente un peregrino culto a los “caídos por Dios y por España”. En algunos de mis últimos viajes, poco antes de la pandemia, todavía vi la inscripción en varias iglesias, incluso -si no recuerdo mal- en Pontevedra. Me llamó la atención,  pero salvo que las autoridades locales o autonómicas hayan tomado cartas en el asunto, a lo mejor todavía sigue.

Pues bien, el amable lector encontrará que la periodista polaca dedica de la página 105 a la 139 a reseñar el origen, peripecias de la construcción y funciones del “Valle de los Caídos” y desde la página 200 a la 256 a las evocaciones que los descendientes de quienes entonces cayeron ante los fusiles y tropelías “rojos” hacen sus deudos. Empezando por el jefe de pistoleros, José Antonio Primo de Rivera, pedigüeño de ayuda a Mussolini junto con Calvo Sotelo y Goicoechea desde la cárcel en junio de 1936, y sin olvidar a los inmortales generales Sanjurjo y Mola, Ni tampoco, naturalmente, “Paracuellos”.

En resumen, un libro ágil, impactante, donde cada uno puede encontrar lo que busca, no exento de errores que podrían haberse evitado (las causas del accidente aéreo, por ejemplo, en el que pereció Sanjurjo) y que, en mi opinión, constituye un ejemplo para presentar en este modesto blog porque no está cortado por el patrón de los periodistas que se pronuncian con más autoridad que si fueran eminentes historiadores. Que conste que servidor sí los lee, aunque solo en alguna ocasión he pretendido sacar los colores a uno de quienes al parecer está en la nómina de ABC.  

El 15 de este mes se publica un libro firmado por Francisco Espinosa, Guillermo Portilla y servidor -prologado por Baltasar Garzón- CASTIGAR A LOS ROJOS. En él se analiza lo qué hubo detrás de la represión bajo la férula militar (es decir, del sector del “Glorioso Ejército” que rompió sus juramentos de fidelidad al régimen constituido en 1931). Es decir, EPRE pura y dura. ¿Figurará en las docenas de libros del futuro sobre la supuesta conspiración comunista que se preparaba, sobre los no menos supuestos planes para “asesinar” a todo hijo de vecino que fuese de derechas? ¿En los preparativos de un gobierno que estuvo carcomido por extremistas antiespañoles? Katarzyna Kobylarczyk se hace eco de tal tipo de afirmaciones en las págs. 229s, de la boca de un piloto que identifica (no lo hará servidor, aunque recomiendo no omitirlo en la lectura). Los amables lectores juzgarán.