El misterio de la hoja de servicios de Franco: cuatro sugerencias a la Sra. Ministra de Defensa

13 noviembre, 2018 at 11:30 am

Ángel Viñas

Como mis amables lectores saben, los posts de este blog de historia, bajo el lema de que esta no se escribe con mitos, suelen hacer referencia a cuestiones relacionadas con la República, la guerra civil, el franquismo. No deseo meterme en polémicas de actualidad en las cuales hacen su agosto otros blogs y, desde luego, muchos periodistas, unos buenos y otros menos buenos. En los últimos meses, además, he estado muy ocupado con mi próximo libro que avanza a ritmo rápido.

Ahora, sin el menor ánimo de entrar en polémicas (que, caso necesario, no rehúyo), he encontrado tiempo para leer un manifiesto que hace un par de meses suscitó algún revuelo. Me refiero a una DECLARACIÓN DE RESPETO Y DESAGRAVIO AL GENERAL D. FRANCISCO FRANCO BAHAMONDE, “SOLDADO DE ESPAÑA”, que firmó un cierto número de oficiales, jefes y oficiales generales ya retirados en su inmensa mayoría.

Aparte de que tal declaración contiene afirmaciones que, dicho con todo respeto, me parecen sencillamente grotescas (“ataques a la persona de Franco”, voluntad de “borrar todo vestigio de su quehacer” o “medio siglo de historia”, “intento final (sic) de hacer desaparecer definitivamente al principal artífice de que esa historia no desapareciera”, etc) los firmantes hacen una afirmación propositiva que cito a continuación:

“A los empeñados en descalificar de forma absoluta y sin paliativos la conducta de un militar ejemplar para todos los soldados: retirados, en activo o por venir, les recomendamos la lectura sosegada y objetiva de la Hoja de servicios del General Franco”.

Muchos de los firmantes de esa declaración supongo, es un decir, la habrán leído y meditado profundamente sobre sus enseñanzas. Si es así, habrán sido unos afortunados porque los historiadores molientes y corrientes hemos sido incapaces de leerla y mucho menos de meditarla. La hoja de servicios del Excmo. Sr. General Don Francisco Franco Bahamonde no está en el dominio público. Punto. Estará, quizá, en el dominio reservado a sus panegiristas militares.

Como historiador que ha leído muchas hojas de servicio relacionadas con la guerra, la anteguerra y la postguerra sé muy bien que, en general, hay que cogerlas con varios kilos de sal gorda. Omiten datos importantísimos, juegan con las hazañas de sus protagonistas, exageran con frecuencia, etc. Lo más significativo es la primera característica. Así, por ejemplo, en muchos de los que complotaron contra el Gobierno republicano, sus hojas de servicio no dicen nada. Listan destinos, cargos, desplazamientos, maniobras, conferencias, etc, hasta llegar al 18 de julio cuando, con harta frecuencia, utilizan la fórmula estándar de que se adhirieron al “Movimiento Nacional” o, a veces, al Glorioso MN. Por supuesto de su participación en el complot o la represión, rien de rien. Circunloquios y expresiones banales son de rigor.

Los ilustres soldados que todavía hacen entusiásticas alabanzas a la figura del general Franco se habrán leído una hoja de servicios que solo ellos conocen y que tal vez no varíe mucho con respecto a las demás. Desde luego han pasado por alto las biografías que, desde 1975, han dibujado una imagen de su alabado líder sin haber estado aherrojadas o constreñidas por la simpática institución de la censura de guerra (hasta la ley Fraga de 1966) y la no menos agradable institución de la “consulta previa” hasta que se abolió tras el fallecimiento del interesado. Quizá agradables a sus corazones. Porque afirmar que después se ha querido borrar de la HISTORIA a Don Francisco Franco Bahamonde es lo que, en la terminología anglosajona que sin duda tales caballeros habrán aprendido al verse expuestos a la interacción con los militares de la OTAN, se denomina una “misrepresentation of facts”.

La Declaración muestra que si bien los firmantes pueden haber leído (obsérvese que digo “pueden”) la hoja de servicios de su idolatrado superior, lo que no han leído es ninguno de los centenares de libros que han aclarado puntos que ellos dan por incontrovertibles: por ejemplo, “la sublevación (sic) de Asturias, provocada por la oposición de la izquierda y preludio del Frente Popular y posterior Guerra civil” o la España “agredida y asediada por el comunismo internacional aceptado y adoptado por el Frente Popular”.  Vulgares estupideces (DRAE: torpeza notable en comprender las cosas) proclamadas como dogmas desde 1936 hasta 1975 y sobre las que se ha escrito después largo y tendido para demostrar que no son, ni más ni menos, que vulgares patrañas, bulos, camelos trumpianos avant la lettre.

Los declarantes nunca se alejan del tema de este post. “Pocos documentos definen con tanta objetividad la personalidad del interesado como lo hace la Hoja de servicios de un militar, que relata las circunstancias vividas día a día por el soldado, sin más contenido que los hechos y actitudes mostradas a lo largo de cada año”.

Bien. Aparte de las reservas enunciadas, lo que los firmantes de la Declaración no dicen es en dónde habrán tenido la dicha de leer la hoja de servicios de Franco, porque lo cierto y demostrable es que no se encuentra en el dominio público. O, mejor dicho, en él está solo una parte de la misma, en un librito que la reprodujo, como si fuera palabra de Evangelio, hasta más o menos el final de los años veinte del pasado siglo. Sí, los lectores leen bien. La tan encomiada “hojita” no contiene nada sobre los años de la República, de la guerra civil, de la guerra mundial y después. Absolutamente nada.

Y, de atenernos, al fragmento de “hojita” publicada nos tememos que la valoración de que de él pueda hacerse no es necesariamente del tenor que han dado los firmantes de la Declaración con tanto entusiasmo. Hace ya años que, para colmo, un coronel, Carlos Blanco Escolá, la analizó. Se intuyen las triquiñuelas seguidas por Franco para obtener su primer ascenso, nada glorioso. O las manipulaciones para conseguir la Laureada, que no logró. Entre otras marrullerías muy propias de la época.  Entonemos, pues, un “Mambrú se fue a la guerra” Y dejémoslo ahí.

Solo que, en el supuesto de que tales declarantes, hayan visto, leído y meditado una hoja de servicios destinada no al público en general sino a los leales entre los leales, convendría darla a conocer.

Cuatro sugerencias que elevo respetuosamente a la Excma. Sra. Ministra de Defensa:

1ª En el supuesto de que exista una hoja de servicios del general Don Francisco Franco que se distribuya entre los alumnos de las escuelas militares, ¿no sería conveniente hacerla pública? No debería ser nada difícil.

2ª Si tal no es el caso, ¿dónde está la hoja de servicios del antiguo dictador?

Tal vez alguno de los firmantes de la declaración lo sepa. Si no,

3 ª ¿Algún predecesor de la Sra. Ministra se ha preocupado de localizar la dichosa hojita?

Una vez encontrada, lo que no debería ser muy difícil, contando con todos los recursos del Ministerio de Defensa o por lo menos preguntando a los altos mandos hoy jubilados,

4ª ¿No sería conveniente publicarla?

De llevar a cabo lo que no sería una hercúlea tarea, los historiadores podríamos realizar análisis pormenorizados sobre lo que en ella figure, que debería ser mucho y arrojar luz imperecedera sobre la obra de  Franco en ella plasmada. No es exagerado afirmar que lo que se hubiera escrito arrojaría claridad sobre las intenciones de Franco. Es impensable que los amanuenses del Ejército plasmaran por escrito cosas, para la posteridad, que a SEJE (Su Excelencia el Jefe del Estado) y Generalísimo de los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire pudieran no haberle agradado.

El contenido de la hoja podría entonces compararse con lo que historiadores de, al menos, tres generaciones hemos venido escribiendo sobre tan histórica figura. El resultado permitiría, quizá, abrir senderos para la mejor comprensión de, al menos, la historia militar de ese a quien llaman “soldado de España”. (Ciertamente no puede ser de Francia). Esa cuyo conocimiento los firmantes de la declaración implican que debería redundar en beneficio de los españoles.

Quien esto escribe no puede por menos de pensar en que la Fundación Nacional Francisco Franco tendría una oportunidad que solo se presenta una vez caso de que se pusiera al frente de una petición popular para reclamar la difusión de la famosa Hoja de servicios (que sin duda contendrá centenares de páginas, quizá más destacados, por no decir, excelsos que lo que los firmantes de la Declaración afirman que fueron). O que, en su defecto, la familia Franco, que sí podría poseer una copia que guarde como oro en paño, la haga pública para asombro de las generaciones actuales y por venir. E, incidentalmente, también para el análisis concienzudo que de ella puedan hacer los historiadores, de ahora y de mañana.

Mientras tanto, mis amables lectores podrían comparar la tan mentada declaración con lo que sobre tan inmarcesible figuran afirman algunos historiadores

 

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