El sistema internacional y las guerras civiles en el siglo XX
Ángel Viñas
Este ha sido el tema de una conferencia organizada por la prestigiosa revista franco-suiza RELATIONS INTERNATIONALES en la ciudad de Nantes. Se trata de uno de sus coloquios anuales que luego alimentan la publicación, muy estimada en los medios universitarios francófonos. Se ha celebrado bajo la dirección del profesor Michel Catala (conocido por su tesis doctoral sobre las relaciones franco-españolas durante la segunda guerra mundial y, desgraciadamente, no traducida) y el profesor Stanislas Jeannesson, también de la misma Universidad.
El coloquio se desglosó en cinco apretadas sesiones y una mesa redonda. En la primera se abordó la reacción del sistema internacional confrontado a las guerras civiles de los años veinte, treinta y cuarenta (Versalles bajo el signo de la guerra civil; la guerra civil rusa, las minorías nacionales y la conferencia de paz; la dualidad de la delegación turca en la conferencia interaliada de Londres de 1921; el caso de la República española y los Estados Unidos y la guerra civil en China). En la segunda se trataron las lógicas y las modalidades de intervencionismo tras la segunda guerra mundial en ciertos casos (la ONU y Camerún; Nixon, Kissinger y Cambodia; la comunidad internacional ante Bosnia y, por último, la intervención francesa en Costa de Marfil). En la tercera la atención se concentró en las mediaciones internacionales y la salida de varios conflictos (el papel de las organizaciones internacionales; la ONU y las guerras civiles en Indochina, la europeización del proceso de paz norirlandés). En la relativa a actores internacionales y compromisos humanitarios reapareció la guerra civil española (el caso de las misiones Chetwode y Robert); la ayuda humanitaria en las relaciones postcoloniales del Congo a Biafra; la ciudadanía francesa contra las guerras étnicas en la exYugoslavia. Finalmente, se abordó la creación, evolución y efectos de un estatuto internacional para los exiliados de las guerras civiles, en especial en los casos ruso y español, y los refugiados de la guerra de Argelia. Como se ve, un programa bien nutrido, que se desarrolló en una organización perfecta.
Los profesores Catala y Jeannesson reclamaron mi presencia para tratar de la respuesta del sistema internacional y el aislamiento de la República española frente a la amenaza del fascismo. Un doctorando francés, Nathan Rousselot, de la Universidad de Nantes, disertó sobre las comisiones de canjes de prisioneros (he de confesar que me dejó boquiabierto porque nunca había oído hablar de la misión Robert). El caso de los refugiados españoles, que conocía por lecturas de autores franceses, lo desarrolló una de las investigadoras especializadas en el nacimiento y desarrollo del Buró para los refugiados creado en Francia en 1945, y en el cual algo tuvo que aportar Pablo de Azcárate.
Entre los asistentes había, naturalmente, muchos expertos interesados por España. Ni que decir tiene que me acribillaron a preguntas sobre tres temas esenciales:
- El secesionismo catalán y sus perspectivas
- La ejecutoria del Gobierno Rajoy
- El caso Cifuentes
No es este el momento ni el lugar de exponer mis respuestas. No estábamos entre periodistas extranjeros de esos que se acercan por Cataluña o Madrid, charlan con cuatro gatos (a saber cómo los escogen) y vuelven rápidamente a sus capitales. Como soy bastante asiduo de la BBC siempre me ha mosqueado que su corresponsal en Bruselas (y “chica” para todo lo que se refiere a la UE) hable con igual desparpajo de cosas que medio entiende y de las que, obviamente, no sabe nada salvo lo que pueda digerir en un par de memos apresuradamente redactados).
En Nantes no era el caso, pero a mí me quedó -no lo oculto- un mal sabor de boca comparando la dedicación de una treintena o más de investigadores franceses, ingleses, suizos y otros europeos a temas que en su momento fueron muy importantes y que, históricamente, siguen siéndolo con lo que al parecer distingue a la Universidad Juan Carlos I. Con independencia de los buenos historiadores que en ella trabajan, muchos de los cuales son amigos o conocidos míos, no puedo por menos de llorar ante lo que parece haber sido un proceso de metastización. Al volver a Bruselas leo en elconfidencial.com el curioso caso de la almoneda a que se somete la emisión, dación y venta de másteres universitarios por parte del “Instituto” que, al parecer, se lo regaló a la entonces delegada del Gobierno en la Comunidad de Madrid.
Confieso que me sonroja. En mi última etapa en la Universidad di durante cuatro o cinco años clase en un máster de Historia Contemporánea y puedo asegurar que la dedicación de los alumnos que lo cursaban por la noche (muchos de ellos profesores de Secundaria) era total y absoluta. Trabajaban durante el día y, cansados o no, volvían a las aulas al atardecer en plan de alumnos para mejorar sus conocimientos, ponerse al día y progresar en el terreno de su mejoramiento profesional. Nada parecido al caso de la Señora presidenta de la Comunidad de Madrid.
En Nantes traté de situar los temas españoles, en el presente y en la historia, en sus propias coordenadas. Probablemente lo logré mejor en el segundo caso que en el primero. Al fin y al cabo, los historiadores (y no los aficionados) nos movemos en un mundo en el que se respeta la investigación, la búsqueda de evidencias documentales, su análisis crítico, su contextualización más o menos amplia y el acercamiento y desentrañamiento de ese pasado elusivo, que no se deja aprehender fácilmente, salvo por la discusión inter pares de los resultados. Siempre con la ventaja que da conocer la superficie de los hechos pasados. Algo que, probablemente, no entra en el universo ético, moral o profesional de muchos de los que se han visto imbricados en las cuestiones sobre las que me asaetearon a preguntas en los márgenes de la conferencia y, ¡cómo no!, en la opípara cena. Al fin y al cabo Nantes es un alto lugar de la gastronomía marítima francesa.
Mi presentación versó sobre los descubrimientos de historiadores españoles en las dimensiones sobre las que se me pidió que informase. Ahora me tocará retrabajar mi presentación oral y espero poder tener la oportunidad de establecer una relación de los que me parecen más relevantes. De las obras a las que haré referencia no me parece que ninguna de ellas haya sido traducida a idiomas extranjeros.
¿Cuál fue la impresión general? De cierta sorpresa. Después de todos los miles y miles de libros que se han escrito sobre la guerra civil, mi presentación hizo ver que en los últimos años una combinación de historiadores españoles de tres generaciones estamos reduciendo a un pequeño baluarte, encapsulado detrás de una ideología insensible a la contrastación documental y al discurso crítico, los dogmas de fé instaurados, mantenidos, protegidos, mimados y alabados por una prolongada relación de cuentistas y autores muy sensibles a los deseos y caprichos del poder durante la dictadura. Ahora renovados a veces en lenguaje, pero no en intenciones. En un próximo post haré una amplia referencia a mi exposición de Nantes, a riesgo de repetir cosas que vengo escribiendo en este blog.
Estamos en el comienzo de la primavera y, para el mí, es el comienzo de varias tournées. A mi pesar de mi escaso interés por viajar (lo he hecho demasiado en el pasado) no siempre es posible sustraerme a cordialísimas invitaciones. Las próximas serán Gran Canaria y Alicante, por lo que no podré abordar un tema consistente en este blog. Lo dejo para más adelante.