FRANCO, DE HÉROE A FIGURA DE CÓMIC: UN NUEVO LIBRO (I)
ANGEL VIÑAS
No es exagerado afirmar que Franco, un militar mediocre y bastante inculto, ha sido elevado a lo largo de los últimos ochenta años a figura cumbre de la historia de España. En comparación, a veces, con los de los tiempos de los Reyes Católicos, de Carlos I y de la conquista de medio mundo. Los “pelotas” de turno, hoy un poco de capa caída, llegaron a compararlo a egregias figuras de la historia universal. En ello no hicieron ninguna cosa hispanamente estrafalaria: copiaron alabanzas del tipo que se dirigieron a Hitler: “el líder militar más glorioso de todos los tiempos” (para los chistosos “Gröfaz” – “Grösster Feldherr aller Zeiten”) fue una de las más socorridas.
Ya en 1976, es decir, desde que en la práctica se suspendió la censura (“consulta previa”, de los tiempos no menos gloriosos del profesor Manuel Fraga Iribarne, uno de los fundadores de AP, hoy PP) llegó el Tío Paco con las rebajas. Los archivos extranjeros fueron abriéndose. Después los españoles. Los biógrafos continuaron su labor desmitificadora. Uno de los primeros fue el profesor Paul Preston, que recibió por sus desvelos los improperios más desvergonzados de los residuos franquistas españoles. Siguieron otros. Para mí, uno de los más interesantes fue el dúo que formaron el profesor Stanley G. Payne y el exCEDADE Jesús Palacios. Lograron penetrar en los inmarcesibles círculos de los descendientes del excelso líder y consiguieron que la Señora Duquesa de Franco les hablara bien, muy bien, de su papá. Lamentablemente no parece que obtuvieran acceso a los fondos documentales que, insinuaron, guardaba la familia y que no parece que sean los que conserva celosamente la FNFF.
Así que los historiadores molientes y corrientes hemos seguido haciendo lo que solemos hacer, faltos como estamos de imaginación: buscar papeles en los archivos consultables. No sé si debo decir que me cabe el honor (otros hablarán de “deshonor”) de haber contribuido a bajar un pelín de su pedestal al “Alejandro Magno” español. En los últimos años me he entretenido en echar un vistazo al expediente de su juicio contradictorio para que se le concediera la Cruz Laureada de San Fernando. ¿El motivo? Su “heroica” participación en un semiolvidado combate en tierras próximas a Ceuta en 1916. Hizo todo lo que pudo. Mintió todo lo que pudo, pero no la consiguió.
A mí no me extrañó. Ya habíamos demostrado (un primo hermano expiloto y un patólogo eminente, ambos fallecidos) y servidor lo que estuvo dispuesto a hacer para no correr el menor riesgo en su sublevación en Canarias. Cargarse, por persona interpuesta eso sí, a su compañero y supuesto amigo, el jefe de la guarnición de Las Palmas. O desfigurar todo lo posible, para autoenaltecerse, su papel auténtico en la “conspi” de 1936. O hacerse con una fortunita durante la guerra y la posguerra. O importar, para consumo interno, las ventajas inherentes a la aplicación del Führerprinzip (que servidor denominó, con cierta guasa, Francoprinzip). O mostrar, con documentación, que el genio de Franco se aplicó con intensidad a demorar el plan de estabilización y liberalización de 1959, que eminentes autores siguen calificando, dale que te pego, como uno de los grandes triunfos de la rutilante estrella en el cielo de España que fue el “Caudillo”.
Todo esto, no lo oculto, son migajillas históricas. Hay que recogerlas, encuadrarlas, desmenuzarlas es un relato consistente. En él deberán presentarse los gloriosos triunfos que atribuyen a Franco sus corifeos y seguidores y su reducción a niveles mucho más modestos, que al fin y al cabo es la función de los historiadores.
Este tipo de reflexiones fue lo que me atrajo del manuscrito de una amiga y colega que trataba de poner en blanco y negro el alfa y el omega, la cruz y la media luna, los ditirambos y los exabruptos reciclados en favor o en contra de la persona sin duda más importante de una buena mitad del siglo XX español.
La profesora de la Universidad Carlos III de Madrid Matilde Eiroa San Francisco, en un libro reciente, que me ha cabido el honor de prologar, ha pasado revista a los elogios y a los dicterios o, si se quiere, a la imagen cambiante de Francisco Franco en la historia, la literatura, el cine, etc, incluidos los memes que ahora tanto abundan.
La idea me pareció magnífica. Más que hacer una disección, generalmente aburrida, de los tergiversados “hechos” y “glorias”, en los que participó (siempre descolladamente) Su Excelencia el Jefe del Estado (SEJE, para abreviar), la autora se ha concentrado en sus “representaciones”. Este es un término que ha entrado en la historiografía que se hace en nuestros días. Los “hechos” importan, desde luego y mucho. Pero una cultura de la imagen, de las redes, de los conductos por los que transitan imágenes o afirmaciones hipersimplificadas de los hombres y mujeres que hacen o sufren la historia necesita también de una aproximación histórica.
Esta tarea no se había hecho tan profundamente como ahora y es lógico que la haya acometido una de las mayores y mejores especialistas españolas en el estudio de contenidos históricos en materia de generación y propagación de “Vorstellungen” (representaciones). Las propias de la cultura de la imagen y de lo abreviado en que comulgan las presentes generaciones.
Reconozco que servidor no ha logrado desprenderse de la atracción de los archivos ni de los resultados de las técnicas de identificación de residuos arqueológicos. Son los que abundan en esas fosas del olvido que algunos prominentes políticos de la derecha y de la extrema derecha quieren, a su vez, que vuelvan a olvidarse. No puedo afirmar, pues, que sea un especialista de la imagen, cultural o no.
Pues bien, en la turbamulta de libros que siguen publicándose sobre los años oscuros, o distorsionados, de la historia patria, obras como las de Matilde Eiroa son más que bienvenidas. Cumplen, en mi opinión, cuatro funciones:
- Destilar los contenidos de los continentes que transitan por las redes
- Aproximar dichos contenidos a la contundencia de las afirmaciones o tesis históricas constatadas por las evidencias primarias de época
- Fundamentar un relato fácilmente absorbible por las jóvenes generaciones
- Contribuir al acercamiento de los resultados de la historia que escribimos los historiadores a su exposición gráfica y breve, pero no por ello menos rotunda
No es un enfoque fácil ni sencillo. Implica tener un conocimiento exhaustivo de la literatura existente sobre Franco y su época. También el haber contribuido a deshacer los mitos que aún la tiñen. Finalmente, es preciso atenerse a los principios básicos de todo relato histórico: examinar la consistencia interna de las piezas de información examinadas y relacionarlas con su contexto.
Matilde Eiroa no es solo una buena historiadora. Es también una historiadora amable que no convierte en vituperios muchas de las afirmaciones o ditirambos “históricos”, que se han dirigido a quien algunos denominan “el regeneracionista” más notable que ha tenido España en un par de siglos. Normal: al fin y al cabo se le calificó también de “predestinado por Dios”, se le rodeó de incienso y, no hay que olvidarlo, se le acostumbró a moverse bajo palios.
(continuará)
Por razones de calendario y del intenso trabajo a que estoy sometido este blog no se reanudará hasta el 26 de abril. Lamento la interrupción.
Hola,
Hace unos pocos meses descubrí su labor como historiador a través de una recomendación de su último libro. De esta manera llegué a conocer sus escritos en su página web que, de manera habitual, los voy leyendo.
Me he decidido a escribirlo en este post porque la presentación del libro que ha comentado me ha parecido muy interesante en tanto que hacer el ejercicio de desmitificación de nuestro pasado es sano para la memoria histórica.
Le felicito por su tarea y sobre todo por el rigor metodológico en que trabaja en los post y en el libro “el gran error de la república” que es el que conozco.
Saludos,
Cristina V. Navarro
Estimada amiga,
muchísimas gracias por su amable comentario. No sabe cuanto me alegro. Mantener el blog me cuesta mucho trabajo, porque me distrae de la investigación genuina (estoy en tres proyectos diferentes al mismo tiempo) pero respuestas como la suya me hacen pensar que es un esfuerzo bien invertido. Seguirá otro o dos comentarios sobre el libro en cuestión que es muy interesante. Cordiales saludos. AV
Ángel Viñas y Paul Presto los dos mayores trileros entre los historiadores. Practican la historiografía doxológica.
Ninguno de los dos.ha escrito nunca una página de historia epistemológica.
Ninguno de los dos ha leído a IBM Jaldum.
La mayor infamia de Viñas ha sido acusar a Franco de la muerte del general Valdés. Silenciando las versiones del Coronel de Estado mayor Sanguino y del comandante de estado mayorD.Luciano García Machiñena, hijo predilecto de Tenerife.
Viñas sigue y sigue con sus trolas. Llega a acusar a Franco de la muerte de Sanjurjo en accidente aéreo. ¿ Que piloto hay en el mundo que estelle su avión para matar al pasajero?
Sr. Viñas solo ha conseguido el menor de mis desprecios.
Estimado amigo,
le aconsejo, si me lo permite, que cuide más el estilo, incluso cuando insulte. El general al que Vd. alude se llamaba Balmes, no Valdés. No he acusado a Franco de la muerte de Sanjurjo. Conviene, a veces, leer libros. Y su desprecio no debe ser el menor. Lógicamente debería ser «el mayor». Cosa que, por cierto, me da igual. Tiene Vd. razón. No he leído a Ibn Jaldun (grafía correcta). Pasé en revista el expediente que se organizó en Canarias en 1940 para examinar la muerte de Balmes. Me perdonará pero los señores que Vd. menciona no figuraron en él.
Ah, el nombre correcto es Sir Paul Preston.