Negrín, siempre Negrín
En menos de tres semanas me ha tocado participar en dos actos públicos en que la figura del que fue presidente del Consejo de Ministros de la República española en guerra y en el exilio, hasta 1945, ha resurgido poderosamente.
El primero fue el acto solemne de la inauguración de la nueva sede de la Fundación Juan Negrín en Las Palmas, en la que se conservan ya sus papeles. Es el aldabonazo principal que permitirá desentrañar zonas de la gestión negrinista en la guerra y en la postguerra que todavía hoy son objeto de discusión enconada y sobre las que gravitan prejuicios, errores, mitos y malas intenciones.
El segundo acto fue la presentación en el Palacio del Congreso de una monografía sobre el Negrín parlamentario preparada por el diputado socialista europeo y exministro de Justicia, el catedrático de Derecho Constitucional Juan Fernando López-Aguilar. Este autor, además de redactar una larga semblanza humana y política del estadista canario, ha tenido la feliz idea de recopilar todas las intervenciones en Cortes realizadas por Negrín, desde su ingreso en ellas como diputado representante de la provincia de Las Palmas en 1931 hasta su dimisión en la reunión de Cortes del exilio, en México, en agosto de 1945.
En un cómodo volumen son consultables fácilmente los discursos negrinistas, situados en el contexto de los debates de las Cortes de la época. Dado que en España no se dispone por desgracia, todavía, del Diario de Sesiones en línea (llevamos ya mucho retraso en la comparación internacional), la consultabilidad de los debates en que participó Negrín no es una fruslería. Todavía recuerdo el esfuerzo que tuve que realizar, dada mi residencia en Bruselas, para acceder a ellos. No dejé de molestar a amigos, tan ocupados como quien esto escribe, a que fueran a alguna de las bibliotecas en que se encuentran a fotocopiarlos. Los británicos o los norteamericanos lo tienen mucho más fácil. Los debates parlamentarios de sus países hace tiempo que se encuentran en línea. ¡Menuda suerte!
En Las Palmas mi colega y amigo, el profesor Ricardo Miralles, recordó que, por esas ironías de la historia, después de largos años de olvido, Negrín se había convertido en la figura más biografiada de entre los líderes republicanos. En verdad, ha sido una tarea a la que han contribuido historiadores ingleses (Helen Graham, Paul Preston), norteamericanos (Gabriel Jackson) y españoles (Miralles, Moradiellos y quien esto escribe). Políticamente, Negrín ha sido rehabilitado con su readmisión, póstuma, y la de una treinta de sus compañeros, al PSOE (del que fueron expulsados en circunstancias harto oscuras tras la segunda guerra mundial).
Su recuperación historiográfica ha desmontado sistemáticamente, una tras otra, las calumnias e infamias que le montaron sus adversarios entre los vencedores y entre los vencidos. Su figura de estadista se ha agigantado. La comparación morfológica y de contenido de sus discursos con los de Franco daría para una tesina. En cualquier caso, ninguno de esos historiadores que se fían del discurso político como medio de acceder a la suprema realidad del pasado (hay varias experiencias, alguna de ellas grotescas, para los años anteriores a 1936) lo ha intentado jamás.
Figura compleja, poliédrica, difícilmente encasillable, Negrín se hizo hombre en el extranjero, donde cursó su licenciatura y doctorado de Medicina. En los años de formación personal e intelectual, esos que condicionan la actitud ante los desafíos de la vida, en lo privado y en lo político, Negrín se separó radicalmente de las experiencias hechas por casi todos los políticos e intelectuales españoles de su tiempo. Un bicho raro en una España cuyo salto hacia la modernidad fue truncado por la fuerza de las armas. Español y profundamente europeo a un tiempo, en torno a él se configuran todavía “combates de retaguardia”, espoleados –todo hay que decirlo- más desde el extranjero que desde la historiografía española.
Semanas antes del primero de los actos a que me he referido, una prestigiosa revista británica, en un número coincidente con el XXV aniversario del final de la guerra civil, todavía contiene algún artículo en el que el autor sigue proclamando a los cuatro vientos falacias documentalmente desmontadas desde hace años. Entre ellas, la de que Stalin poco menos que trató a la República como si hubiera sido una colonia. La vieja máxima de que no hay que dejar enemigo alguno a la izquierda sigue siendo de actualidad para ciertos autores de vocación pontifical.
Frente a ello, la exploración en profundidad de los archivos de Negrín deparará, de ello estoy seguro, más de una sorpresa. Veremos cuantos historiadores extranjeros se dan un garbeo por Las Palmas.
Estimado Ángel Viñas: le recuerdo que la selección de textos parlamentarios y revisión de la edición ha estado a cargo de Margarita Jiménez Barquilla.
Lo siento. Se me olvidó. No ignoro que Juan Fernando López-Aguilar lo dijo.
Saludos cordiales
Angel Viñas