Nuevo curso, nuevos libros (V)
UN LIBRO ACADÉMICO SOBRE EL PCE TRAS LA GUERRA CIVIL
Ángel Viñas
Los libros académicos productos de tesis doctorales no suelen conseguir que los corazones de los eventuales lectores latan más deprisa. Sin embargo, son tales obras, que por supuesto muchos de los comentaristas que nos ahogan con su supuesta sapiencia jamás estarían en condiciones de escribir, las que suelen abrir camino. Incluso una parte de los señores y señoras concejales del Ayuntamiento de la capital de España hace poco que han autodeclarado erigirse en historiadores. Han creído las estupideces de uno de sus colegas de VOX y han desbarrado. Este nuevo partido está tratando de reconvertir la experiencia republicana de antes de y en la guerra civil en una pugna entre buenos (los vencedores) y malos (los vencidos). No parece que hayan leído ningún libro serio, aunque probablemente se han intoxicado, como si fuera una droga sicodélica, con la propaganda que esparcieron quienes sí quisieron -y ganaron- la guerra civil.
En esta propaganda y en la de después Franco y sus secuaces presentaron siempre al PCE como el diablo encarnado. En las semanas de este siniestro verano ha habido un infame ejemplo de alguien, para mi innombrable, que ha lanzado improperios fulminantes contra las denominadas “Trece Rosas”, un grupo de chavalas vilmente asesinadas en 1939 bajo la acusación de que preparaban poco menos que una insurrección comunista. Pensar que el autor de tamaño disparate, o los ilustres concejales de Vox, PP y Ciudadanos, hubiesen echado un vistazo a lo escrito sobre el tema sería como pedir peras al olmo. Por mucho que lo pidan e imploren este tipo de árboles no las dejará caer.
Por eso me ha interesado mucho la obra que, objeto de una tesis doctoral dirigida por un excelente historiador -y buen amigo mío-, el profesor Luis Enrique Otero Carvajal, exdecano de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense, ha escrito Carlos Fernández Rodríguez.
Este muchacho se ha encerrado en una veintena de archivos durante años, ha mirado críticamente la prensa de la época, ha entrevistado a una treintena de personas en busca de testimonios orales directos e indirectos y, secundariamente, ha echado mano a una bibliografía impresionante. El resultado es un libro con el sugestivo título de LOS OTROS CAMARADAS pero que se acota inmediatamente en el subtítulo: El PCE en los orígenes del franquismo, es decir, en el período de la más cruenta represión contra la izquierda después de terminado el período bélico de la guerra civil: 1939-1945. Digo esto porque siempre tengo in mente la afirmación de un comandante de puesto de la Guardia Civil en 1939 y que inmortalizó Francisco Espinosa: “la guerra ha terminado; la campaña continúa”.
Carlos Fernández Rodríguez se propuso investigar los orígenes de la oposición antifranquista a través de la actuación del PCE en el interior entre 1939 y finales de 1944/ principios de 1945. En contra de lo gritado, vociferado y desbarrado por los meapilas de la nueva dictadura (“no se es nunca suficientemente anticomunista”) como los eminentes autores Mauricio Karl (seudónimo de Mauricio Carlavilla del Barrio) o Eduardo Comín Colomer, ambos policías y ya famosos antes de la guerra. Carlos parte de la tesis, que Fernando Hernández Sánchez y servidor ya habíamos apuntalado, que la reconstrucción del PCE se caracterizó por una falta de preparación para la clandestinidad. Un rasgo común de comunistas, libertarios, socialistas y demás organizaciones leales a la República. Fue un proceso en el que en todos los casos se repitieron constantemente reorganizaciones y delegaciones internas en una pugna llena de sobresaltos ante las fuerzas del orden, con multitud de caídas, detenciones, encarcelamientos, condenas, torturas y fusilamientos.
En el caso del PCE (los del PSOE y de los anarquistas no se estudian en este libro) las reestructuraciones y las labores clandestinas las protagonizaron miles de militantes. Muchos fueron encarcelados y ejecutados. La resistencia estuvo, desde luego, marcada por la desunión entre las distintas organizaciones republicanas, la desorganización entre los militantes y la falta de medios. Todo ello se entremezcló con estrategias impuestas desde el exterior, subordinadas a las variaciones de la política internacional mientras el régimen no dejaba de esgrimir la “amenaza” que los vencidos, y singularmente los comunistas, representaban para la PAZ de Franco (es decir, la de los paredones).
Se ha estudiado bastante bien la propaganda de la dictadura para hacer ver a los aliados occidentales el peligro comunista que acechaba a todos. Personalmente no puedo olvidar que, en el diario privado de uno de los ministros de Asuntos Exteriores de la época, el teniente general conde de Jordana, su prologuista (un afamado historiador ya fallecido, qepd) se las apañó para silenciar uno de esos encuentros que tuvo con el embajador norteamericano Carlton J. H. Hayes, historiador, catedrático de la Universidad de Columbia, católico devoto, y cuya gestión ha dado origen a una interesante literatura. El eminente ministro (que ya había sido responsable del derrame de alguna sangre en la guerra civil) se preocupó de llevar al ánimo de su interlocutor que el conflicto mundial en curso era una arruguilla pasajera en el gran libro de la Historia. Un conflicto de chicha y nabo, en términos coloquiales que, naturalmente, él no se rebajó a utilizar. En su ilustrada opinión, el conflicto fetén, permanente, estructural, era el que contraponía a los regímenes católicos (el español, por ejemplo) contra los sin Dios, contra los que se atrevían a poner patas arriba el orden social, es decir, los comunistas. Lo mismo que se había dicho en los años veinte.
Los protagonistas del libro de Carlos Fernández Rodríguez son los militantes de base que formaron parte de sectores y radios en los diferentes comités locales, provinciales y regionales. Con sus centenares de pequeñas historias entrelazadas de quienes no fueron la “dirección”. Una multitud de esfuerzos individuales y colectivos realizados por combatientes políticos y sociales de base, anónimos en su mayoría. El autor ha hecho todo lo posible para extraer de las sombras del pasado estas historias con el propósito de que sus lectores puedan comprender el papel de los comunistas en la lucha contra la dictadura; preparados y formados para un combate sacrificado a pesar de las detenciones, las torturas, los encarcelamientos y los fusilamientos.
Personas comprometidas, luchadoras y combatientes contra la imposición totalitaria y dictatorial del Ejército, de la policía y, ¡cómo no!, de la Falange. Historias de personas sin historia, cuyas vidas clandestinas ven la luz en este libro. Un capital humano y un colectivo social importante que asumió una parte de la lucha clandestina en los años más duros del franquismo. El autor se esfuerza en dar a conocer al lector toda una serie de relatos humanizados de la cultura militante con los cierres de filas y los comportamientos ante las disputas internas y en las políticas del PCE.
Destaca en ello una de las principales misiones de los comités directivos subterráneos para reclutar al mayor número de posibles combatientes en la sombra y abanderar la lucha clandestina. La captación y la movilización de afiliados y simpatizantes fue una de las labores más sacrificadas debido a la represión y por la elevada lealtad que se exigía a quienes participaban en tales tareas.
Dentro de las reorganizaciones subterráneas se tuvo en cuenta cómo tenían que ser las rígidas normas y pautas de comportamiento y las instrucciones de seguridad para evitar las detenciones y sobrevivir en las sombras, una labor que, como Fernando Hernández Sánchez ha mostrado en varios libros, siempre tuvo que tener en cuenta las infiltraciones de la policía política. Carlos Fernández muestra en este libro que muchos de los miembros de los comités incumplieron esas normas de seguridad. El miedo y la desconfianza fueron factores permanentes al lado del acoso policial y la posibilidad de que alguno de los supuestos camaradas fuera un delator o confidente.
Como varias de las novelas de Almudena Grandes han puesto de manifiesto a un público mucho más amplio, el temor de no pasar la prueba de la supervivencia estuvo muy presente entre los contrarios al régimen. Aquellos comités fueron desarticulándose rápidamente por la presión policial y la represión. A pesar de todo, las reestructuraciones fueron continuas para seguir con la lucha y la resistencia. Los casos de las caídas con Heriberto Quiñones, Jesús Bayón, Jesús Carrera, Jesús Monzón, Agustín Zoroa, etc no impidieron que la lucha antifranquista siguiera adelante con el continuo envío de cuadros procedentes de Francia y de América Latina.
Los deseos y las aspiraciones de muchos militantes quedaron en el olvido. Carlos Hernández justifica la necesidad de reivindicar su pasado y su memoria. No en vano se trató de personas que estuvieron represaliadas y reprimidas social, política e ideológicamente, que supieron superar aquellas dificultades y contar las experiencias vividas con su propia conciencia política y con la idea de que no querían vivir bajo una opresión dictatorial. Narrar sus vivencias y los años de combate son elementos que no pueden faltar en la construcción de una mejor historia y, por ende, de una sociedad mejor.
Al fin y al cabo, ¿para qué sirve la Historia? Los concejales del Ayuntamiento de Madrid de VOX, PP y Ciudadanos han dado, vergonzosamente hay que decirlo, una respuesta. A los historiadores nos corresponde, en primera línea de fuego, la responsabilidad de desahuciarla y de dar otra. Será misión de las autoridades políticas actuales encauzar su desarrollo. La futura Ley de la Memoria Democrática podría sentar las bases para ayudarnos a mejorar lo que hasta ahora hemos construido en, desde luego, peores condiciones.
Carlos Fernández Rodríguez: LOS OTROS CAMARADAS, Prensas de la Universidad de Zaragoza, Zaragoza, 2020, 1082 páginas
Ángel Viñas, le he visto hoy en la SEXTA -le he dejado unas líneas en alguna parte, no sé si las leerá – y ahora quisiera felicitarle por tantas cosas. pero sobre todo procurar empaparme de su doctrina. Perdón, pero quisiera pedirle un favor, además de saludarle. Por cierto que le sigo y le leo en facebook (somos amigos). Feliz estancia en Bruselas (le envidio por eso, quién pudiera huir algún tiempo de esta España de ahora, intoxicada por …etc. Gracias. Saludos y salud.
Estimado amigo,
muchas gracias. Es Vd. muy amable. Dije a los de El INTERMEDIO que yo no era la persona adecuada para hablar del tema y que hay otros mejores que un servidor. Yo no me adorno nunca con plumas que no son las propias. Insistieron. Me alegro de que le haya gustado. Vivo en Bxl desde 1987, aunque cuando me jubilé aquí iba a Madrid todas las semanas a dar clase en la UCM. También me jubilé en esta. Ahora voy por España muy pocas veces, y con el virus, menos. Me alegro de servir para algo en la jubilación. Cordiales saludos