ANIVERSARIOS E HISTORIA: 1936 y 1986
Ángel Viñas
Reanudo, como había prometido, mis posts. Estamos en un tiempo de incertidumbres y me pregunto si la historia sirve para algo, aparte de satisfacer el deseo de conocer y de confrontar los mitos del pasado con lo que, más o menos penosamente, los historiadores van descubriendo y escribiendo. En los últimos años, al hilo de ciertos aniversarios han salido libros que han puesto al descubierto vetas desconocidas y generado reinterpretaciones que no casan con las «verdades» aceptadas. Podemos pensar que en 2016 ocurrirá lo mismo. Dentro de mis modestas posibilidades trataré de contribuir a ello.
En este nuevo año coinciden dos aniversarios con números redondos. Son los que más llaman la atención. También son importantes. El más destacado es, sin duda, el que hace el año LXXX del estallido de la guerra civil. En el segundo se conmemorará el año XXX del ingreso de España en las entonces Comunidades Europeas, hoy Unión Europea.
Son dos aniversarios totalmente antitéticos. En el primer caso se abrió el camino por el que hubo de transitar una España al margen de lo que fue ocurriendo en Europa e incapaz de participar en la gran aventura de la reconstrucción de la parte occidental del continente. Es cierto que el aislamiento no fue total. Geográfica y geoestratégicamente no podía serlo. Tampoco fue para lanzar las campanas al vuelo. Salvando las distancias también eso ocurrió con la Yugoslavia titista. La España de Franco, además, estuvo dominada en los aspectos esenciales de la seguridad nacional por una vinculación bilateral con Estados Unidos. No ocurrió con Yugoslavia, algo que suele olvidarse en la habitual perspectiva etnocéntrica de la literatura que se ha encargado de loar vehementemente los logros de la dictadura. En el segundo caso España inició el proceso de reordenación de sus grandes orientaciones estratégicas con una política de balanceo en el que se complementaron de tal manera que el juego resultante fuese de suma positiva.
Aniversarios parecidos han sido recordados. En el primer caso el entonces Ministerio de Cultura promovió hace diez años un primer congreso internacional sobre la guerra civil. Se celebró en Madrid con asistencia de decenas de historiadores, españoles y extranjeros, bajo la dirección de un comité de expertos entre los que figuraba, que recuerde, el profesor Santos Juliá, de la UNED. Llevó un tiempo considerable de preparación. Al fin y al cabo era el LXX aniversario. En comparación, los recuerdos organizados por una Universidad confesional que invitó a, por lo general, historiadores neofranquistas o parafranquistas quedaron totalmente deslucidos. Para mí, sin embargo, es inolvidable la grotesca ponencia de Ricardo de la Cierva con sus referencias al ya difunto Herbert R. Soutworth. No seguiré su desagradable ejemplo siquiera sea por simple elegancia.
Ninguna de ambas experiencias parece que se repetirá este año, aunque sobre la segunda alternativa no estoy en condiciones de pronunciarme. El Gobierno del PP, con su proverbial desprecio por el pasado a no ser que sea desfigurado a su gusto, no ha mostrado el menor interés al respecto. Así que todo hace pensar que serán de nuevo la iniciativa académica y periodística y el interés de algunas editoriales los que permitan que salgan, posiblemente, a la luz nuevas obras que reflejen o recojan los progresos en el conocimiento.
En este primer post de 2016 sí puedo reseñar que en los últimos meses he ido montando, con la ayuda del profesor Juan Andrés Blanco de la Universidad de Salamanca, una versión actualizada del trabajo de crítica e interpretación bibliográficos que, sobre la guerra civil, se publicó en la revista STUDIA HISTORICA. Dicha puesta al día implica revisar y ampliar lo entonces escrito e incorporar nuevas tradiciones historiográficas. A este respecto tenemos ya las de Australasia y Japón y están encargadas la holandesa y varias latinoamericanas.
Ya han empezado a llegar los primeros artículos que muestran que, como no podía ser de otra manera, en los últimos tiempos ha habido de todo un poco. Junto con nuevas investigaciones coexisten auténticos engendros. En varios casos tengo la impresión de que alguna editorial no ha sabido distinguir el trigo de la paja, con errores e «interpretaciones» de categoría.
Teniendo en cuenta el éxito de difusión de que ha gozado el número extraordinario de la revista académica digital HISPANIA NOVA sobre Franco, en esta ocasión la versión actualizada se hará en formato de e-book. Ello permitirá la difusión en la red.
Sobre la incorporación de España a la hoy Unión Europea se dispone de estudios sesudos y concienzudos (no el tipo de estupideces que han difundido ciertos biógrafos de Franco). Lo que no abundan son los libros o artículos escritos por protagonistas.
Personalmente no he dejado de lado totalmente tales aspectos. En 2003 publiqué un mamotreto en el que me apañé para cohonestar mi experiencia en la Comisión Europea con la formación de ciertas políticas en las que tuve el privilegio de participar, bien como oyente o como protagonista. Algo más tarde me esforcé en que el Ministerio de Economía y Comercio publicara un número monográfico de la revista académica INFORMACIÓN COMERCIAL ESPAÑOLA con artículos de funcionarios españoles que habían prestado también servicios en la Comisión.
De lo que en ambos casos se trató de hacer ver a los lectores que las políticas comunitarias las idean hombres, que las empujan hombres con intereses dispares y que quienes las ejecutan o supervisan, bien o mal, tienen nombres y apellidos. La noción, tan cara a los euroescépticos británicos, de los «faceless bureaucrats» de Bruselas es tan poco aplicable a la Unión Europea como cuando se aplica al estudio de la formación de las políticas nacionales.
En términos de aportaciones a la actividad de la Comisión me congratulo, además, en resaltar que varios compañeros también han plasmado sus memorias o sus análisis de lo que en ella hicieron o vieron. Los libros de Pablo Benavides (qepd) y del profesor Manuel Sanchís i Marco me vienen ahora a la memoria.
Sé, al menos, de dos proyectos editoriales que saldrán a la luz en este nuevo año. En el primero un grupo de expertos con conocimiento directo de la Unión Europea expondrá lo más granado de sus experiencias y reflexiones acerca del proceso de incorporación de España, al talante con el que políticos (entre ellos Enrique Barón, que llegó a ser presidente del Parlamento Europeo) y funcionarios españoles (entre ellos mis queridos amigos los profesores Francesc Granell y Manuel Sanchís) acometieron tal incorporación y cómo se desenvolvieron en sus nuevos cometidos.
El segundo se reflejará en un número especializado de la revista STUDIA HISTORICA, de la Universidad de Salamanca, dirigido por los profesores Sigfrido Ramírez de la Universidad de Copenhague y gran experto en la historia de la Comisión Europea y Víctor Fernández Soriano, de la Universidad Libre de Bruselas que acaba de publicar un libro sobre los derechos humanos en Europa y las dictaduras en el área mediterránea (1949-1977).
En tal número de STUDIA HISTORICA, que aparecerá probablemente en marzo, participo con un documento desconocido. Tras el referéndum sobre la permanencia en la OTAN en 1986, me encargué en el Ministerio de Asuntos Exteriores de diseñar un plan de acción a través de las Comunidades Europeas (Comisión y Consejo) para impulsar el interés de estas hacia América Latina. No sabía que con ello estaba sentando las bases para un giro copernicano de mi trayectoria profesional que duró más de veinte años.
El plan se condensó en una nota de una quincena de páginas que se comunicó oficialmente a la Comisión y al Consejo en el marco de la entonces Cooperación Política Europea. Fue el fruto de varios meses de trabajo intensivo en el que me dejé la piel. Ahora lo he retraducido del inglés original y aparecerá en ese número de STUDIA HISTORICA. Será un testimonio de hasta qué punto acertamos o no en nuestro enfoque. Muchas de las cosas en él expuestas se llevaron a la práctica. Otras, no. Obedecía a la máxima de que para alcanzar un cierto porcentaje de objetivos hay que ser ambiciosos porque, en la Unión, ya los recortarían.
En el segundo proyecto participamos no solo funcionarios y políticos como que terminamos desembocando en las Instituciones o que permanecieron en Madrid. Para ello el embajador Juan Antonio Yáñez-Barnuevo, a la sazón director del Departamento de Internacional del Gabinete del Presidente del Gobierno Felipe González, y quien esto escribe hemos reunido fuerzas. Nuestra idea ha sido la de condensar en el menor espacio posible los puntos fundamentales de la estrategia seguida para alcanzar en el mínimo de tiempo imprescindible la ansiada incorporación.
Naturalmente, los historiadores no nos movemos al compás de los aniversarios. Eso no sería sensato ni casa con la metodología histórica pero, ¿por qué no celebrar los aniversarios redondos, referidos tanto a desastres como a glorias?
No hay que reinventar la rueda. Lo que hacemos en España también se hace en el extranjero. A lo largo de los próximos meses intercalaré algún que otro ejemplo.
A tenor de lo leído líneas arriba, los españoles nos podemos congratular de la buena salud de la que goza la historiografía española actual, pese a recortes y demás cortapisas a los que se ven sometidos los investigadores. Saludos.
Sí, tiene Vd. razón. En mi modesta opinión, en historia nos hemos convertido en un país que ya tiene poco que envidiar a otros europeos occidentales en lo que se refiere a la española. Otra cosa es la que versa sobre otras latitudes. Pero hay que tener en cuenta que a ello se ha llegado sin contar con el apoyo de las autoridades gubernamentales (sí con las de algunas CCAA) y sin mucho entusiasmo por parte de numerosas editoriales, que siguen dando preferencia a autores extranjeros. Con independencia de que, en muchos casos, estos estén completamente desfasados. Confío en que la situación pueda mejorar en el futuro. Si no, habría que arrojar la toalla. Cordiales saludos.
Bueno, de vergüenza la reseña en la Revista de Libros del libro de Paracuellos. El autor hasta recomienda un libro de la editorial Libros Libres sobre la matanza de Badajoz y la propaganda. Suena casi a negacionismo.»Una de las grandes virtudes de Ruiz es despreciar la violencia verbal, huir de confrontaciones soeces y aplicar la ironía para responder a sus colegas historiadores, que han vertido sobre él varios volquetes de imprecaciones. A Reig Tapia se lo quita de un plumazo destacando que en su libro Violencia y terror. Estudios sobre la guerra civil española no haga mención de Paracuellos, lo que, por otro lado, es digno de admiración. A Hernández Sánchez no le hace mucho caso, y con razón, ya que su artículo «Masacre en Paracuellos: Moscú movió los hilos», publicado en la revista La aventura de la historia (núm. 168, octubre de 2012), es irrelevante y no aporta nada; de hecho, le da por acusar a un solo hombre, Pedro Fernández Checa, cuando éste tendría las manos atadas sin las órdenes del secretario general del Partido, José Díaz. Dedica más tiempo Ruiz a Paul Preston, que sostiene la idea de que las matanzas tuvieron su justificación en la existencia de una «quinta columna» que había que erradicar para salvar la ciudad. Ruiz insiste en lo que ya demostró en su día Javier Cervera (Madrid en guerra. La ciudad clandestina, 1936-1939): la «quinta columna» fue un mito y en el otoño de 1936 no había un solo grupo quintacolumnista organizado en la ciudad. En cualquier caso, desmontar las tesis de Paul Preston, sus tergiversaciones y sus errores es ya un deporte nacional.» Son tesis fuertes, la quinta columna un mito…
Bueno, cada uno escribe lo que puede o lo que quiere. Yo no creo haber insultado a Ruiz. Me parece haber indicado simplemente que no puede juzgarse todo por Paracuellos de la misma forma que no puede juzgarse el Raj británico en la India por la matanza de Arimtsar, incidentalmente mucho menos justificada.
Saludos cordiales
¿Usted cree de verdad que hubo una quinta columna organizada?
Muchas gracias. Perdone que responda con un poco de retraso. Yo no soy un experto en el tema y me parece que Javier Cervera tiene razón en el sentido de que no cabe hablar de una quinta columna organizada como después la hubo. Lo que sí parece que había eran «pacos». Al menos el general Vicente Rojo se refiere a ellos y es de todo punto razonable. Había, eso sí, una fuerte exasperación cuando se anunció que el general Mola contaba con una columna en el interior de la ciudad. La «espionitis» se disparó. Y yo soy de los que creen que, a pesar de lo que diga Ruiz, en el origen del proceso está el vector soviético. Ruiz ha explorado los fondos de la Causa General que están en internet. Está muy bien pero no todo lo que pasó está en ellos y no todo lo que está en ellos es cierto. Cordiales saludos.
Muchas gracias por su tiempo y su respuesta.
Un cordial saludo
De nada. Un placer.
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