Cuatro sugerencias para la Fundación Nacional Francisco Franco (FNFF)
Ángel Viñas
Terminada la larga serie de posts sobre Serrano Suñer y los inicios de la construcción de su leyenda es el momento de introducir una pausa. Temas, por desgracia, no faltan. Un amable lector de Cantabria me ha enviado una relación de tópicos de historia contemporánea de España que le enseñan en el colegio a su hija de 14 años de edad. Le he prometido abordar algunos de ellos. También he visto, gracias a otro lector, algunos de los “piropos” que me han dedicado en el boletín de la FNFF, pero quien esto escribe es de los que se atienen al viejo adagio castellano del no hacer aprecio.
Como el tema objeto de este post no se refiere a servidor quisiera traer a colación en estos comienzos de un año que amenaza ser movidito un tema que el señor vicepresidente de la FNFF desgranó en una entrevista concedida al periódico El Mundo y que, en su día, levantó ampollas en las redes. Para comodidad de los amables lectores la referencia es http://www.elmundo.es/sociedad/2016/11/19/.
Se observará que dicho señor cifra el número de fusilamientos en la posguerra en 23.000 personas, apostillando que se trataba de “criminales” o de gente “que había cometido infinidad de crímenes”. Sin duda atento a las realidades del presente pone como ejemplo a Lluis Companys. (Dejo a algún colega catalán el oportuno comentario). También lanza un desafío a la profesión en relación con ese número de fusilamientos: “cualquier historiador puede ver las razones”, porque “está en los legajos”.
[No es extraño que El País del 4 de enero se haya hecho eco de la solicitud de En Marea para abrir un debate parlamentario sobre modificaciones a la Ley de Fundaciones que permita ilegalizar a la FNFF (http://politica.elpais.com/politica/2017/01/03/). Para la respuesta inmediata de la FNFF, que merecería alguna que otra cualificación, véase http://www.fnff.es/COMUNICADO_DE_LA_FNFFl]
En este post me limito a preguntarme si las razones que justificarían la minúscula cifra de 23000 fusilamientos podrían encontrarse en esos legajos que con tanto cuidado y mimo preserva la FNFF para la mayor gloria de quien lleva su nombre. No me suena que su señor vicepresidente haya publicado nada utilizando otras fuentes en relación con tan debatido aspecto. Con ello revelo mi propia ignorancia pero una primera toma de postura debe ser constructiva y plena de sugerencias. Haré cuatro.
Hace muchos años que la FNFF dio comienzo a la ardua tarea de publicar una selección de los documentos inéditos (“para la historia del Generalísimo”) que conserva y que posiblemente consideró como los más importantes para mantener viva la admiración de los españoles por el antiguo Caudillo. Desgraciadamente, se detuvo al llegar a finales del año 1943 tras cuatro volúmenes en cinco tomos. Según malas lenguas no resultaba rentable, pero no puedo confirmar si fue cierto o no. Servidor los adquirió a medida que fueron saliendo.
Hoy, por supuesto, gracias a las tecnologías que no se conocían en los años de aquella aventura editorial, existen otras posibilidades que brindo graciosamente al mejor juicio de la dirección de la FNFF, ahora que ha caído bajo el fuego de algunos sectores de la política española.
¿Por qué no hacer, por ejemplo, dos cosas?
1ª ¿Poner en red esos documentos de tal forma que los lectores puedan comprobar si efectivamente apoyan las afirmaciones del señor vicepresidente?
2ª Es más, con objeto de facilitar la investigación sobre la inmarcesible figura del Caudillo, ¿por qué no poner también en red el catálogo de documentos que la FNFF guarda tan admirablemente?
Puedo asegurar al lector que no se trata de tareas inabordables. En el Centro Documental de la Memoria Histórica (CDMH) de Salamanca se dispone de una copia electrónica de todos los documentos de la FNFF que se digitalizaron. En él, por ejemplo, hace tres meses pude consultar algunos que creí podrían interesarme en el futuro y, en particular, para un libro que estoy terminando con unos colegas y que, ¡ay!, tal vez no haga las delicias de la Fundación. Aparecerá probablemente en octubre.
En cuanto a mis sugerencias debo señalar lo evidente. Una vez digitalizados los documentos y sus títulos es una tarea sencilla poner en línea estos últimos. Es lo que hacen, por ejemplo, los Archivos Nacionales del Reino Unido. Si la FNFF no puede competir en cuanto a la mejora de la consultabilidad de su archivo, tal vez encontraría un ejemplo en el Churchill Archives Centre de Cambridge y reforzar en consecuencia su actividad en materia de recaudación de fondos.
La FNFF también depararía, como muestran estos dos ejemplos, a sus seguidores y demás interesados urbi et orbe la posibilidad de identificar a distancia documentos que puedan llamar la atención de los historiadores, por mucho que se encuentren en Estocolmo, Honolulú, Stornoway o Kansas City. Todo ello contribuiría, probablemente, a incrementar el número de consultas y de peticiones de fotocopias. No es necesario hacer un análisis coste-beneficio demasiado preciso, pero subir el precio de las copias permitiría recaudar más ingresos. Si prefiere optar por mantenerlo en el nivel actual siempre acentuaría un rayonnement más amplio y lo garantizaría mejor. Al fin y al cabo, ¿tiene por ventura cosas que ocultar? ¿No convendría combatir con las mismas armas, es decir el recurso a la evidencia primaria de época, a los historiadores que ponen interrogantes a la excelsa figura de quien la FNFF toma su nombre?
También, ya puesto a sugerir, ¿por qué no logra la Fundación (aunque a lo mejor lo ha intentado) que se le traspase, y a través de ella al dominio público, la documentación del Caudillo que todavía se mantiene en la más absoluta oscuridad? No deja de ser lamentable que los papeles de sus protectores (Hitler, Mussolini) y de su adversario máximo (Stalin) puedan consultarse libremente y no los del inmortal Caudillo. [Claro que lo normal sería que tales documentos fuesen directamente a los archivos estatales].
En este sentido una de las cosas que más me han llamado la atención, cuando me he puesto a escribir sobre algunos aspectos pocos conocidos del comportamiento de Franco y que desgraciadamente no gustan a la FNFF, es que tampoco se haya difundido, como sería deseable, la hoja de servicios completa de Su Excelencia el Jefe del Estado. Indudablemente se compuso, aunque es de suponer que a partir de cierto momento bajo la supervisión más estricta.
Viene esto a cuento porque en 1967, en la resaca de aquella inolvidable campaña de los “Veinticinco años de paz”, un coronel de Caballería, Don Esteban Carvallo de Cora, publicó una parte de dicha hoja. No es fácil consultarla en la actualidad pero está catalogada en algunas bibliotecas, entre ellas la Nacional. Lamentablemente (son cosas que ocurren) tan distinguido jefe militar solo llegó en su reproducción hasta final de los años veinte, precisamente cuando su titular comenzaba a esprintar en su ya veloz carrera hacia la Gloria.
Aun así, la parte publicada fue suficiente para que un historiador militar como el coronel Carlos Blanco Escolá, leyendo entre líneas, generara un montón de interrogantes sobre las circunstancias por las cuales el joven teniente Francisco Franco, que jamás se había distinguido en la Academia Militar de Toledo, enlazara una serie de rápidos ascensos (supuestamente por méritos de guerra, pero en realidad por mecanismos bastante menos gloriosos) que lo llevaron al generalato. El primero que lo consiguió de su promoción. Incidentalmente, la obra de Blanco Escolá está agotada y quizá no fuese un error actualizarla y republicarla. Se titula La incompetencia militar de Franco.
De aquí una cuarta y última sugerencia para la FNFF, ¿por qué no poner también en red la hoja de servicios, completa, del Generalísimo? Y, por supuesto, mantener una copia del original certificada notarialmente a disposición de los investigadores.
Tal vez me equivoque pero pienso que, de aceptar cualquiera de estas sugerencias, o las cuatro a la vez, la FNFF rendiría un gran servicio a la memoria de la sinigual persona que es objeto de su devoción, el Caudillo de España por la gracia de Dios y solo responsable ante Él y la Historia (según inscribió para la eternidad FET y de las JONS en sus hoy ya poco recordados estatutos).
Con todo, los comentarios del señor vicepresidente de la FNFF en El Mundo en relación con los 23.000 fusilamientos merecen un comentario más específico, algo que osaré abordar en los próximos posts a riesgo de que me fulmine la intensidad de sus rayos jupiterinos.