Franco en la rentrée I
¡Vuelta al tajo!
En los casi últimos, ¡ay!, días de las vacaciones un escritor cuyos artículos siempre son lúcidos e interesantes, Manuel Rodríguez Rivero, publicó en BABELIA una referencia sobre algunas de las novedades editoriales que nos esperan en este próximo otoño relacionadas con Franco. El comentario era un tanto ácido, como se merece el tema.
Reanudo hoy este blog con una apostilla informativa. Al tiempo recuerdo a mis amables lectores que si tienen cuestiones que desean que aclare o sugerencias para enriquecer este diálogo que es, en lo posible, un blog que aspira a ser desmitificador, les agradecería mucho que me comunicasen sus ideas.
Son cuatro las obras que destaca Rodríguez Rivero. Entre ellas figura una nueva biografía del dictador que han escrito al alimón el profesor Stanley G. Payne y el conocido periodista Jesús Palacios. No es su primera aventura conjunta. Hace algunos años tuvieron la brillante idea de escribir una obra preliminar sobre el mismo tema. En su primera parte se basaron en las memorias la actual duquesa de Franco. No fue, en mi opinión, una obra rompedora. Tampoco, en ausencia de documentación contrastable de época, creo que son siempre aceptables las opiniones sobre “papá” de la hija. Me sorprendió, eso sí, que tampoco dichos autores, cuyas simpatías y antipatías profundas son suficientemente conocidas, tuvieran acceso a los papeles “privados” del dictador.
Espero que, con su excelente entrada en la familia Franco, hayan colmado tal laguna en la obra que ahora se anuncia. Seré uno de los lectores que la estudiarán con detenimiento. Siempre me ha parecido no ya chocante sino inaudito que los papeles “privados” de una persona que se situó al frente de los destinos de España durante casi cuarenta años no fueran públicamente accesibles.
Supongo que han existido obstáculos infranqueables. La situación nos ha puesto, ¿hasta ahora?, por detrás de Rusia en un imaginario ranking de accesibilidad a fuentes. Al menos en Moscú hace ya muchos años que se abrió la mayor parte de los papeles de Stalin. No sé, sin embargo, si ahora su consulta se ha restringido o no.
En cualquier caso, España está decididamente a la cola de países (Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia, Portugal) cuyas figuras determinantes para su historia contemporánea pueden estudiarse desde hace años en base a su documentación privada. Aquí lo único que podemos oponer (aunque no sea nada desdeñable) son los papeles conservados en la Fundación Nacional Francisco Franco (FNFF). Se me dice que accesibles con ciertas dificultades (no he estado nunca en ella, a diferencia de Payne que no ha citado en su extensísima obra más de media docena de legajos procedentes de la misma, único archivo que parece haber visitado). De todas formas es sabido que, al haber contado con una ayuda estatal para su catalogación y digitalización, tales papeles están hoy disponibles, al alcance de cualquiera, en el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca. Un gran progreso por el que hay que dar las gracias al extinto ministerio de Cultura y a su Dirección General de Archivos.
En los últimos años he invertido bastante tiempo tratando de documentar algunos rasgos personales y de comportamiento del general Franco. Lo he hecho en base a documentos que están en el dominio público y que, por consiguiente, son fácilmente consultables sin cortapisa alguna (salvo, en la actualidad, las derivadas de la genial idea de nuestro ilustre ministro de Asuntos Exteriores de trasladar al AGA los archivos de su Ministerio desde 1931). Imagino, no obstante, que Payne y Palacios habrán hecho lo que cualquier historiador hace y es servirse de una importante base documental para sustentar su investigación, si es que aportan conocimientos o tesis novedosos.
Mi libro está ya terminado. Mi idea es lanzarlo el año próximo, cuando se cumple el XL aniversario de la muerte del dictador. Ahora lo he dejado encima de la mesa. Es evidente que resulta preciso comprobar si, y cómo, los dos autores mencionados tratan los temas que en mi trabajo he abordado específicamente. Entre ellos figuran los preceptos canónicos de la tergiversación del pasado que siempre promovió la dictadura, el carácter de esta, lo que hay detrás de algunos de los supuestos grandes éxitos del general en política exterior y, no en último término, las líneas esenciales del aparato de disuasión interna y externa que logró montar tras su victoria en la guerra civil y que se mantuvo hasta el final.
Franco no es una figura escasamente tratada. Aunque toda obra de historia es susceptible de mejora, los dos ensayos biográficos que le dedicó Paul Preston me parece que hasta el momento no han sido superados. Uno está basado en la evidencia disponible en el momento en que se redactó y el segundo es de carácter más interpretativo. Ni Preston ni quien esto escribe pretendemos escribir historia definitiva pero eso tampoco significa que cualquier obra ulterior supere necesariamente a otra anterior.
Los avances historiográficos se valoran según ciertos criterios: la relevancia o no de nuevas fuentes documentales, la habilidad por penetrar en dimensiones ya conocidas pero en las que cabe encontrar nuevas facetas, la capacidad por despejar las incógnitas que existan en la bibliografía y, no en último término, los resultados del diálogo que los historiadores establecen de forma directa o indirecta con sus pares.
Este último criterio es importante. En España chocan una tradición franquista/neo-franquista y una masiva literatura poco franquista o antifranquista. Mi percepción, a tenor de los asuntos que la primera ha tratado y en la medida que coinciden con los que he abordado, es que en general resulta de escasa calidad.
El amable lector observará que el párrafo que antecede contiene una antinomia: a favor y en contra. Responde a un hecho evidente en la España de nuestros días. La mayor parte de los trabajos de autores que se autoproclaman objetivos, neutrales o científicos (que de todo hay en la Viña del Señor) no responden a tales pretensiones. Es más, la tergiversación, la manipulación, la distorsión y el “olvido” de fuentes esenciales o de bibliografía “no conforme” son bastante habituales. En estas condiciones, ¿qué hacer?
Seguir leyendole a usted, a F.Espinosa,a F. Moreno …. A los historiadores serios y documentados
Muchísimas gracias. Muy amable.
AV
Pues me sorprende la referencia a Preston (ojo, sin tratar de minusvalorar su gran trabajo como historiador). En sus conversaciones con Mario Amorós, ud. apunta que hubiera sido más idóneo, respecto al Diccionario Biográfico, encargar la entrada de Franco a Juan Pablo Fusi, o incluso a Raymond Carr. Aún no he leído la biografía de Fusi, pero recuerdo que otros historiadores la consideran la mejor escrita hasta la fecha. Debe ser un gran trabajo de lucidez y síntesis, teniendo en cuenta su extensión. ¿qué opina ud.?
Y hablando de extensiones, ¿no opina que la biografía de Preston puede resultar incompleta, debida a la descompensación de la obra?. Dedicar unas 250 páginas de un total de 840, a los 30 años de «democracia orgánica», es cuanto menos, llamativo,
Muchas gracias por estar ahí, D. Ángel
Saludos
Gracias. Y lamento igualmente por mi parte la tardanza en contestar, Saludos
Muy amable. Muchas gracias
AV
Profesor Viñas, ¿no ha recibido ud. las cuestiones que le planteé en el comentario anterior, o es que prefiere no opinar sobre el trabajo de otros historiadores? Si es lo segundo, me parece muy respetable – puede que incluso lógico-, pero hubiera agradecido que así me lo indicara, muchas gracias, Saludos