Gerald Howson: un recuerdo

13 octubre, 2014 at 7:39 am

La noticia del fallecimiento de Gerald Howson me llegó antes de las vacaciones de verano. No pude escribir entonces unas líneas en su recuerdo. El  impacto fue demasiado vívido. Ahora ya he recuperado fuerzas para hacerlo. Me siento, además, obligado porque en la prensa británica su fallecimiento ha pasado casi desapercibido salvo por un artículo necrológico muy conmovedor aparecido en The Guardian. Se detiene mucho en la persona y en su trayectoria vital pero no comenta las obras que le han asegurado un puesto en la historiografía de la guerra civil española.

Foto de Bogdan FrymorgenHowson tiene derecho a ello en razón de dos trabajos fundamentales. El primero, Aircraft of the Spanish Civil War, Putnam, Londres, 1990, es solo aparentemente una enciclopedia de los numerosísimos tipos de aviones que se emplearon en la guerra civil. Uso el adverbio porque la obra es mucho más. Se trata de un estudio enormemente detallado de los orígenes, características, utilización y, en ocasiones, destino de las diferentes marcas y modelos de aviones y con frecuencia de aparatos individuales. Todo ello acompañado de análisis, más o menos breves, de operaciones aéreas y de aspectos varios de la contienda en el aire. No pretendió ser un estudio de la guerra aérea. Sin embargo, el investigador o el lector interesados encontrarán un sinfín de informaciones que les servirán para apoyar o refutar muchas de las afirmaciones que pululan en obras de amplia difusión en España. No es de extrañar que Howson se convirtiera en una de las bêtes noires de los historiadores pro y neo-franquistas.

Añadamos, de entrada, que el libro es muy superior en su enfoque al de otras obras similares. Estoy pensando en una francesa sobre la aviación republicana y en particular en una española, publicada no hace mucho por el Ministerio de Defensa, repleta de errores y con grandes lagunas. Howson se interesó por la aviación militar desde cuando, adolescente, vivió en Londres los bombardeos nazis de 1940-1941.

Su segunda obra, Arms for Spain: The Untold Story of the Spanish Civil War, 1998, fue pionera. Su traducción se publicó en Península en el año 2000. Abordó las innumerables dificultades que los republicanos encontraron en abastecerse de armas frente al dogal de la no intervención. Dada la orientación, sus fuentes fueron esencialmente extranjeras y pocas españolas.  Es obvio que una guerra no se gana solo gracias a la disponibilidad de armas  pero también es cierto que sin armas modernas es bastante difícil conseguir la victoria, por lo menos en una situación como la española de la época. Por si las moscas, Franco no tuvo inconveniente alguno en bajarse los pantalones cuando fue necesario para que los nazis no interrumpieras sus suministros.

A la República le fallaron muchas cosas pero, en el origen, dos factores fueron determinantes: la carencia relativa de armamento y la desintegración de las fuerzas armadas con la necesidad, nada trivial, de tener que forjar un ejército de nuevo cuño.

Los historiadores pro y neo-franquistas han solido manipular todo lo posible el primer factor. En el segundo avanzaron más, gracias a la monumental obra sobre el Ejército Popular del entonces coronel Ramón Salas Larrazábal, a quien por cierto no se le permitió indagar sobre el vencedor que es en el que había combatido. A pesar de sus deficiencias, en particular en el análisis de factores no ligados estrictamente a los aspectos bélicos, sigue siendo un trabajo de obligada referencia.

Gracias a la documentación soviética que a Howson proporcionó María Dolores Genovés (autora de, entre otros, un excelente documental sobre el caso Nin) y a otros colegas británicos y rusos exiliados también pudo abordar con pericia las principales vicisitudes ocurridas en los envíos de armas soviéticas a España. Consignó a la basura muchas fantasías, entre ellas las tan extendidas de Krivitsky y que todavía afloran en la última biografía que conozco de este personaje de hace unos cuantos años.

Howson siempre fue consciente de que necesitaba ampliar este libro. Trabajó en ello denodadamente a pesar de achaques de salud y de su avanzada edad. Falleció antes de dar término a la revisión. Fue, en definitiva, uno de esos ingleses que inspiran respeto y admiración. En mi caso los tuvo sin límites. Ello no quiere decir que estuviese de acuerdo con algunas de sus tesis.

La tesis que hizo famoso a Howson fue la de creer haber descubierto que los soviéticos expoliaron a la República inflando artificialmente el precio al que suministraron armas, en especial aviones. Esta idea encajaba perfectamente en las elucubraciones, y a veces desvaríos, de los innumerables guerreros de la guerra fría, sobre todo anglo-norteamericanos (con, a la cabeza, un “convertido”, el profesor Ronald Radosh).

Para estos autores la ayuda soviética fue un intento por penetrar en el bajo vientre de Europa para asentar en España un remedo de las repúblicas populares de después de la segunda guerra mundial. Ni que decir tiene que este enfoque vino como anillo al dedo a la propaganda del “Centinela de Occidente”. El que un historiador de escasas simpatías hacia los vencedores afirmara que, encima, Stalin robó a la República fue la guinda sobre el pastel.

En varios de mis libros he intentado demostrar que la tesis reposaba sobre supuestos harto frágiles, ligados al desconocimiento del sistema de tipos de cambio múltiples a que se atenía el comercio exterior soviético y a la utilización de un tipo oficial que no era aplicable a las exportaciones de mercancías. Siempre di a conocer a Howson lo que escribía antes de publicarlo. Nuestra amistad no se resintió.

Dos meses antes de fallecer me telefoneó por la noche. Acababa de encontrar la clave que le había inducido a error y que por fin le permitía aclarar el tema.  Me preguntó si estaría dispuesto a ayudarle a publicar un artículo en España con sus descubrimientos. Naturalmente dije que sí pero, por respeto, no indagué en ellos. Lamento no haberlo hecho. No volvió a llamarme y no me envió nada. Este fue Howson. Un historiador más que íntegro, honesto, comprometido hasta el tuétano con la siempre difícil búsqueda de la verdad.

Miguel Íñiguez Campos, que tanto me ha ayudado en alguno de mis últimas obras, está trabajando en una tesis sobre las dificultades de aprovisionamiento de la República durante los Gobiernos Giral y Largo Caballero. Se basa, esencialmente, en documentación española y francesa. Sus resultados, por lo que sé, ampliarán los pioneros descubrimientos de Howson y demostrarán que tales dificultades fueron incluso muy superiores. Franco no las tuvo y, cuando surgieron en 1938, la bajada de pantalones le bastó.

La historia se escribe en un tejer y destejer continuos. Howson, allí donde se encuentre, no debe tener miedo a ser desautorizado en lo fundamental.

En el libro que publicaré el año que viene hay una larga lista de nombres a los que va dedicado “in memoriam”. Con sumo dolor, con infinita tristeza, he incorporado también el de Gerald Howson, nacido el 29 de noviembre de 1925 en un pueblecito del condado de Cambridge pero crecido en Londres, donde falleció el 7 de junio. Los lectores que  quieran saber algo más de su interesante y polifacética vida (fue también pintor, fotógrafo y músico) pueden acudir a la sentida necrológica en The Guardian el 20 de junio). Jim Jump ha publicado otra en The Volunteer el 9 de septiembre.

DEP.