Sobre las justificaciones primarias del 18 de Julio (I): A guisa de telón de fondo
Ángel Viñas
El hecho de que nuestros jefes y oficiales, entre otros, hayan recibido en el CESEDEN una lección sobre «El camino al 18 de Julio» dada por un eminente y nunca suficientemente ensalzado hispanista me ha hecho pensar si no sería quizá conveniente ofrecer algunas reflexiones en este blog conectadas con una vertiente complementaria. Abordaré las justificaciones aducidas en favor del golpe de Estado y, si se me apura, de la guerra civil. Es una tarea que puede no venir mal de cara al próximo LXXX aniversario.
Mis puntos de partida, que hago inmediatamente explícitos, son los siguientes: la sublevación de una parte del Ejército, de la Marina y de la Aviación en julio de 1936, apoyada por una trama civil cuya fundamental importancia va poniéndose de manifiesto a medida que transcurre el tiempo,
a) estuvo alimentada por una justificación previa,
b) se robusteció durante la guerra misma,
c) se explayó en todos los tonos desde los años cuarenta,
d) se incrustó a machamartillo en la mente de los niños y estudiantes de Bachillerato, lo que asegura su perdurabilidad hoy en ciertos sectores de la sociedad española.
Los lectores que quieran saber algo más de aquella justificación pueden recurrir a dos libros. El primero data de 1964 y se titula El mito de la Cruzada de Franco. Ha tenido numerosas ediciones desde que, ¡oh, cielos!, desapareció el inmarcesible general. Ha sido republicado, en la edición tutelada por el profesor Paul Preston, el año pasado por el módico precio de diez euros, es decir, menos que un par de copas. El editor ha añadido también un artículo sumamente interesante sobre el bienaventurado Ricardo de la Cierva. Sería muy conveniente que las nuevas generaciones siguieran extrayendo conclusiones de aquella obra porque el argumento es tan vivo que no ha perdido actualidad. El segundo libro data del año 2000 y apareció bajo el título de El lavado de cerebro de Francisco Franco. Ambos se deben a la pluma del historiador norteamericano y doctor por la Sorbona Herbert R. Southworth.
En los próximos posts voy a seguir un camino diferente al hollado por mi admirado Southworth. Entresacaré afirmaciones de testigos o de sesudas historias oficiales aparecidas después de la guerra civil, una vez asentada la dictadura. Indicaré a los lectores la perdurabilidad de algunos de los aspectos más grotescos.
Las justificaciones primarias para defender una maniobra tan cargada de consecuencias como una sublevación militar contra un gobierno legítimo fueron las siguientes:
1. En España se avecinaba una revolución de signo comunista, apoyada por la URSS. Era tan peligrosa que el Ejército y las fuerzas vivas de la nación no tuvieron otra opción que rebelarse.
2. España había caído en un proceso de anarquía, desorden, tumultos y asesinatos por lo que era de todo punto necesario restablecer la ley y el orden.
3. La sublevación fue, en consecuencia, legítima no solo en el plano moral. Jurídicamente también fue legal. Quienes se opusieron a la misma en las filas del Gobierno fueron los auténticos rebeldes.
Se añadieron algunas justificaciones más (defensa de la religión y de la integridad de la Patria, amenazada por el secesionismo) pero las que he denominado primarias fueron las más impactantes y coetáneas de los preparativos del golpe militar. Por consiguiente, son las que merecen la mayor atención. Para los lectores que deseen estudiar lo que hubo detrás de aquellos preparativos me permito recomendar el libro coordinado por el profesor Francisco Sánchez Pérez Los mitos del 18 de Julio, o el del profesor Eduardo González Calleja, Contrarrevolucionarios. Radicalización violenta de las derechas durante la Segunda República, 1931-1936. Por no hablar de su última aportación, hoy por hoy, Cifras cruentas, ya mencionada en este blog. Hay, sin duda, muchos otros pero estos posts no pretenden abordar la bibliografía relevante.
De aquellas tres justificaciones primarias, rotundas y que no dan lugar a equívoco alguno, la que más adaptaciones ha sufrido es la primera. Hoy los comunistas no son una amenaza. Como la publicística franquista se escribió cuando así lo parecían y siempre tuvo un carácter tremendamente presentista (no era historia sino propaganda, intoxicación y lavado de cerebro todo junto) su pervivencia se explica fácilmente. En la actualidad lo que es realmente inexplicable es que, a pesar de todo, no haya desaparecido en el basurero de la historiografía y que algunos autores todavía la abanderen. Lo hacen habitualmente, por supuesto, numerosos publicistas. Basta con ojear las páginas en red de, por ejemplo, la Fundación Nacional Francisco Franco.
Pondré menos énfasis en algo que hoy ha pasado a desempeñar un papel fundamental en la percepción de muchos historiadores: los achuchones publicísticos y mediáticos coetáneos (el framing de la narrativa). Fueron, en lo que se refiere a la primera y segunda justificación, dos rasgos fundamentales en los medios proclives a los futuros sublevados. En lo que respecta a la primera sus líneas esenciales han sido estudiadas por historiadores como Hugo García y Fernando Hernández Sánchez. Aún así, creo que falta todavía un tratamiento sistemático de los medios de comunicación españoles durante la primavera de 1936 con las perspectivas que impone un análisis de contenido profundo y que tenga en cuenta la labor propagandística de los medios nazis y fascistas que recogieron, a veces al dictado, los más caracterizadamente carpetovetónicos.
En estos posts me centraré esencialmente en las afirmaciones rotundas efectuadas por un testigo directo de los acontecimientos. Sus testimonios ulteriores, en «la paz de Franco», tienen una importancia trascendental porque quien los hizo había convivido con los preparativos de la sublevación más importantes. Eran los que organizaba el general Emilio Mola.
Tal particularidad me exime de considerar otras obras, fundamentales por diferentes motivos, por ejemplo las memorias de personajes como José María Gil Robles, no siempre fiables. Son irrelevantes para seguir de cerca los motivos que de manera directa se supone que impulsaron al sector de los uniformados dispuestos a sublevarse. Las afirmaciones coetáneas en los medios de comunicación arrojan más luz a la hora de determinar lo que, en retrospectiva, fueron tales justificaciones: un ejercicio mayúsculo de intoxicación y de proyección. Intoxicación para velar las intenciones reales. Proyección en la medida en que traspasaron a los «futuros rebeldes» (es decir, los leales al Gobierno republicano) un tipo de comportamiento que no fue otra cosa que el propio. Este es el que, en una conspiración exitosa que llevó a la guerra civil, siempre hubo que ocultar cuidadosamente.
El concepto de «proyección», en el sentido sicoanalítico del término, es aplicable no solo a este caso sino a muchos otros. Quizá no sea exagerado afirmar que la doctrina oficial sobre la guerra civil generada por el franquismo no es sino un gigantesco ejercicio de proyección.
No ilustraré mi argumento con referencias actuales, salvo esporádicamente. Este es un blog modesto pero no tiene la menor vocación de hacer de eco publicitario de las opiniones que, al amparo de la libertad de expresión felizmente existente, cabe encontrar en numerosas páginas neo o parafranquistas. Ya se arreglan, con gran éxito, los autores en cuestión.
Para una discusión sobre la permanencia de tales versiones en la red remito a los lectores interesados al artículo de la profesora Matilde Eiroa, «La guerra civil española en la actualidad cibermediática», en la revista STUDIA HISTORICA. HISTORIA CONTEMPORÁNEA. LA GUERRA CIVIL, Universidad de Salamanca, vol. 32, 2014. (En la página de mi blog www.angelvinas.es he subido un ejemplar en pdf de dicho volumen. El artículo se encuentra en las páginas 357-369).
Confío en que los amables lectores no se aburran y que incluso suelten alguna que otra pequeña carcajada. El material bien se lo merece.